domingo, 4 de octubre de 2015

Hacer el ridículo es un arte. Y no, no me refiero a ponerse un tanga vaquero de cuello vuelto de esos que se llevan ahora que viene el frío, con un abrigo y botas de montaña, porque que queda muy moderno. Me refiero a hacer el ridículo bien, con consciencia de que se hace. Si lo haces inconscientemente no es arte, el ridículo en ese caso se convierte en vergüenza ajena.


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